Texto ganador 2014 Concurso Valentín Sánchez: "Miedo"

MIEDO

Hola. Yo soy alguien imaginario para ti, aunque algunas veces este en tu vida diaria. Puedo ver que estas impaciente por saber lo que va a pasar, pero puede que no te guste tanto cuando te pase a ti.
La historia que te voy a contar, es una historia real. Puede que la más real que hayas escuchado nunca, pero, solo puede, que no quieras creerla. Recuerda, yo te he avisado.

Todo empezó un bonito día, soleado, y con una suave brisa que te salpicaba la cara mientras paseabas por las calles de Villanueva Mesía.
El niño en el que me había fijado, salía del colegio, con la mochila a la espalda, y un poco encorvado por el peso de los libros. Se le veía feliz, algo que duraría bien poco. Para eso estaba yo allí. Ese es mi trabajo. Llegó a su casa, y una mujer delgada le abrió la puerta. Lo acompañe a entrar, y me metí en su pequeña casa; aunque nadie me invitara.
En el salón, había una mesa en el centro, con cuatro sillas alrededor. La madre del niño puso un plato en la mesa, y el niño se puso a comer. La madre le preguntó como le había ido el día, y el muchacho le estuvo contando lo que le había ocurrido. Yo no estuve muy atento a esa conversación, pues estaba observando la casa. Cada una de sus habitaciones, cada mueble, cada mota de polvo y cada rincón.
Cuando volví a estar atento a las personas que había en la casa, porque al observarla toda entera había notado que solo estaban ellos dos, y yo, claro; la mujer recogía los platos de la mesa. Se despidió de su hijo dándole un beso en la mejilla y dijo que se marchaba a trabajar y que ese día llegaría un poco más tarde, porque había mucho trabajo en la oficina.
Mientras tanto, el niño se fue a su habitación, y se puso a leer un libro. Pasé más de una hora observándolo, hasta que encontré todo sus defectos y virtudes. Me decidí a actuar. En ese momento tocaron a la puerta, y un portazo ensordecedor, hizo que el niño diera un saltó de la cama. Se dirigió a abrir. En la puerta no había nadie, pero si que había algo.
Un pequeño paquete, estaba puesto en la alfombrilla de la entrada. ¿Quién lo habría puesto hay? Como ya os imaginareis, fui yo. Todo estaba empezando, y pronto acabaría. El niño miró el paquete detenidamente, y encontró una pequeña pegatina situada en un lado de la caja. Lo que ponía, no sobresalto nada al muchacho.  “ÁBRELO”. Simplemente eso. Ábrelo. ¿Por qué abrir algo que no sabes quién te ha enviado, y no pone tu nombre? Solo existe una palabra para explicar esa pregunta. CURIOSIDAD.
A si que el niño la abrió, y dentro encontró una hermosa bola de cristal, con la figurita de un niño en el centro, al lado de un pequeño cartel en el que ponía “ESTÁS”. EL niño no se inmutó en el significado de cartel, porque se entretuvo más viendo como caía la nieve dentro de la pequeña esfera. Si la agitabas, pequeños copos blancos flotaban alrededor de el pequeño muñeco, y parecía que estuviese nevando.
Después de abrir el paquete, el niño siguió leyendo, y dejo la bola sobre una estantería llena de polvo. Ese día no volvió a fijarse en la pequeña bola. Ni volvió a agitarla para ver como caía una espesa nieve en su interior. Ni se fijo en que el cartel, había cambiado.
Cuando su madre volvió, cenaron y el niño se fue a dormir. En ese instante yo lo estaba esperando para arroparlo con su fina manta de verano, y a desearle buenas noches. Aunque no fueron muy buenas. Tuvo bastantes pesadillas. Lo se, porque se despertó sobresaltado a mitad de la noche varias veces. Pero yo simplemente sonreía y le susurraba al oído “Tranquilo, esto es solo el principio”. Aunque sabía que no podía escucharme, me sentía, como algunos de vosotros. En su cabeza.
A la mañana siguiente, se levantó, desayunó y se fue al colegio, con la espalda inclinada hacia delante, como siempre. Ese día no le fue muy bien en la escuela. Se enfadó con un niño de su edad, que le había tirado el bocadillo al suelo. Este no le dijo lo siento y nuestro gran amigo lo insulto. El otro muchacho se volvió y le dio un puñetazo en el ojo, que con el tiempo se le fue poniendo cada vez más morado e hinchado.
Al llegar a su casa le cayo una buena regañina por parte de su madre, porque el nunca se había metido con nadie . Supongo que le contesto así por la mala noche de pesadillas que había tenido. Enfadado se encerró en su habitación, y descubrió que la bola de cristal estaba encima de su escritorio. Él recordaba perfectamente que la había dejado encima de la estantería, junto al libro que estaba leyendo, pero pensó que su madre la habría cogido para observarla.
El muchacho la volvió a agitar y ya no caían copos de nieve. Era bastante raro, pero ahora parecía que cayesen gotas de agua. Diminutas y casi invisibles que manchaban el cristal por dentro, como cuando llovía en su pueblo, y las ventanas de su habitación quedaban empapadas de agua.  Al niño le pareció algo bastante raro que ahora llovieran gotas, en vez de copos de nieve, pero le fascinaba mirar la bolita entre sus manos. De pronto se dio cuenta de que el cartel había cambiado. Ahora ponía una gran “EN”. El niño sentía que aquella bola era lo más divertido que podía ocurrirse. Pero el no sabía que eso no le llevaba a nada bueno. Eso me divertía. Siempre hago mi trabajo bien, pero con niños es aún más fácil. Tienen más imaginación que los adultos. Pobre de los adultos. Sufren hasta en sus últimos días.
A la mañana siguiente el niño no se despertó hasta que el reloj marcó las diez. Era sábado y no tenía porque madrugar, a sí que desayuno un vaso de leche y se puso ha hacer deberes. En ese momento yo pensé la última fase de mi plan.
¿Qué podría hacer cómo final? Claro esta, que no os voy a estropear el final. No soy tan malo. En ese momento se me ocurrió un plan. Algo raro pero genial.
De pronto una pájaro entró por la ventana y se estrelló contra la pared, junto al niño. El muchacho se sobresalto y se dio cuenta de que en la pata del pájaro, había enganchada una pequeña nota. El niño la cogió y la leyó. En ella ponía “12:00 horas”. Él no comprendía lo que quería decir aquella nota. Entonces pensó que últimamente le pasaban cosas extrañas. Había recibido un paquete anónimo con una bola de cristal dentro en la que cambiaban las cosas que había en su interior. Ahora un pájaro se estrellaba contra una pared de su habitación en la que ponía una hora. Entonces recordó lo que ponía en el cartel. Antes ponía “ESTÁS”, la última vez que lo miró, ponía “EN”, y ahora ponía “PELIGRO”. El niño se asustó un poco y tiró la bola de cristal al suelo. Se rompió en mil pedazos. Como su madre no se encontraba en la casa, no escuchó el ruido, y el niño sintió algo de alivio a la vez que terror. Si su madre hubiera estado en su casa cuando a el se la había caído la bola, le habría preguntado que era lo que había roto y de donde lo había sacado. Y probablemente habría visto la pared, porque había una mancha bastante grande de sangre del pájaro.
El niño recogió todo del suelo los millones de cristales que había. Tiró al pájaro muerto a la basura y trituro la nota que le había llegado poco antes.
Cuando se hubo deshecho de todo, alguien toco a la puerta. Era yo. Entonces el muy asustado pregunto que quién era. Yo simplemente respondí  “han llegado las 12 horas, VAS A MORIR”. Entonces se escuchó un  fuerte ruido en el interior de la casa. El niño había muerto.
Su funeral fue triste, y doloroso. Pero era mi trabajo. Ahora, ¿sabes quién soy?
Puede que pienses que soy la muerte, pero no, no lo soy. Soy el MIEDO. El miedo que existe a morir, a la oscuridad, o simplemente a MI.
Ahora ves, que lo que decía al principió, que yo era imaginario para ti era cierto. Lo que pasa es que tenías demasiado miedo para verme. Para ver la realidad. Esa realidad que a todo el mundo le cuesta ver y comprender y que no tiene el valor suficiente para averiguar que se esconde tras ella.
Date la vuelta. No me ves,¿verdad? Tienes demasiado miedo para verme.
Espero verte pronto, porque en tres palabras, “ESTÁS EN PELIGRO”.

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